José Martí nos enseña que quien resiste con perseverancia acaba trinfando

TRES HEROES - José Martí

Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados.




Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a sí mismos, y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto. Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de Venezuela, cuando parecía que Venezuela se cansaba.



domingo, 30 de mayo de 2010

1789 y 2012, PARECIDOS RAZONABLES


Nombro al año 2012 en el título de esta entrada porque ha adquirido cierta aura apocalíptica, pero podría ser el 2013, el 2011 o, al paso que vamos, incluso el 2010. Comparo el momento histórico que vivimos con los años que precedieron a 1789 (año en comenzó la revolución francesa) porque nuestra situación social y económica se está pareciendo mucho a la vivida en Francia en vísperas de la gran revolución. No me refiero sólo a España, sino en un sentido amplio a la zona euro y a todo el mundo desarrollado incluyendo a Gran Bretaña y a los Estados Unidos.

Entonces como ahora las finanzas del estado estaban en quiebra y el gobierno se veía obligado a imponer un plan de ajuste sobre el país; entonces como ahora los estamentos privilegiados estaban exentos de cargas fiscales y se oponían a una reforma económica que pudiera perjudicarles a ellos también; entonces como ahora esas clases creían que el sistema que justificaba su dominio era inamovible y formaba parte del orden natural.

La monarquía francesa durante la década de los ochenta del siglo XVIII estaba arruinada por sus gastos de guerra y los despilfarros en la corte, y sólo se mantenía a base de emitir deuda pública cuyos intereses eran una carga cada vez mayor. La nobleza y el clero, principales poseedores de la riqueza del país, estaban exentos de pagar impuestos, privilegio heredado de la época fuedal. Los campesinos debían ciertas contribuciones a sus señores en trabajo o en metálico (la corvé y la taille), así como el 10% de sus cosechas a la iglesia en concepto de diezmo. Los que no eran ni nobles ni clérigos, el llamado “tercer estado”, pagaban así mismo sus impuestos al estado. Los sucesivos ministros ilustrados del rey Luis XVI ideaban reformas fiscales que pretendían extender a los estamentos privilegiados la obligación de pagar impuestos, pero chocaban con su firme oposición y el rey no se atrevía a llevarlas a la práctica. Finalmente el rey decidió convocar para mayo de 1789 en Versalles una asamblea de representantes de todo el reino, los Estados Generales, que sólo se reunía excepcionalmente (la última había sido en 1614), para aprobar la reforma.

En estas cortes se votaba por estamentos: cada uno de los tres estamentos, nobleza, clero y tercer estado, tenía 250 representantes, pero a la hora de votar se reunían por separado y su postura mayoritaria contaba como un único voto. La opinión pública exigía que se duplicara el número de representantes del tercer estado y que se votara por cabeza, pero el rey cedió en lo del número de representantes, mantuvo el voto por estamentos. Viendo los miembros del tercer estado que siempre perdían por dos a uno, se reunieron aparte en una sala anexa dedicada a frontón, junto con algunos nobles y clérigos liberales que se les adhirieron, se declararon constituidos en Asamblea Nacional y juraron no separarse hasta que Francia tuviera una constitución. El rey ordenó el 23 de junio que se disolvieran, a lo que ellos hicieron caso omiso. Finalmente el 14 de julio, ante los rumores de que el rey había ordenado a sus mercenarios extranjeros su desalojo por la fuerza (pues las tropas de origen francés no le obedecían), el pueblo de París se amotinó y asaltó los depósitos de armas, entre ellos la fortaleza de La Bastilla.



¿Qué parecido existe con la situación actual? Si se mira con perspectiva histórica, mucho.

Por ceñirnos al caso de España, el gobierno del señor Rodríguez Zapatero rebaja los salarios de los empleados públicos, congela las pensiones, restringe el gasto social, aumenta los impuestos indirectos como el IVA, pero no se atreve a aumentar el gravamen de las rentas más altas, ni de los beneficios del capital, ni a perseguir el fraude fiscal. El ejemplo más sangrante son las SICAV (Sociedades de Inversión Colectiva de Capital Variable), vehículo favorito de las grandes fortunas del país, que tributa el 1% en el impuesto de sociedades, cuando el tipo general es del 30%. Requieren un capital mínimo de 2,4 millones de euros y más de 100 socios, que habitualmente se cubren con testaferros. No es sólo España: todos los estados desarrollados compiten entre sí en el trato favorable a las grandes fortunas, para atraer más capitales o para evitar que se fuguen los que ya hay.

A sabiendas de que cuenta con la oposición de la mayoría social, el gobierno y el partido a su servicio aprueban un plan de ajuste severísimo porque algunos estados como España “se están viendo sometidos a la presión de los mercados financieros”, y “para reforzar la confianza en nuestra economía, para mantener entre nosotros a los inversores”. En el debate posterior llega el señor presidente a decir que los gobiernos no siempre pueden hacer todo lo que desde fuera parecería lógico, y que incluso los gobiernos más poderosos tienen "una dialéctica difícil con el mundo financiero".

¿Cuántos votos han sacado esos inversores o esos mercados financieros? ¿A qué elecciones se presentaron? Si nos extrañamos de que en siglo XVIII la monarquía absoluta gobernara por mandato divino, o que la nobleza tuviera derechos de sangre, ¿Vemos normal que en nuestra época una nación supuestamente soberana vea trastocada su política económica y social por fuerzas anónimas (porque nadie sabe con certeza qué personas son esos inversores) pero irrestisibles, como si fueran fenómenos naturales?

Aunque nos separen más de dos siglos, entre esa época y la actual hay parecidos razonables.



2 comentarios:

  1. Sí, sólo es cuestión de tiempo. Tiempo suficiente para que las clases media y baja pierdan lo que les queda o lo poco que tienen.

    ResponderEliminar
  2. ¡Hola, Juanjo! Interesante la comparación que haces entre dos épocas no tan distantes, con la única diferencia que el derrumbe de la economía será a nivel mundial.
    Expertos economistas mundiales pronostican que ocurrirá a partir de julio de 2010, causada por el doble efecto de haber maquillado los desastres económicos del año 2009, así como los efectos acumulativos de la crisis en los últimos años y, a pesar de, la inyección de dinero en la banca de los países occidentales, que no han podido, o no han querido, volver a poner en marcha el sistema económico mundial.
    Se auguran malos tiempos que acabarán arruinando a todo el mundo. ¡Sálvese quien pueda!
    Saludos.
    Ascensión.

    ResponderEliminar