José Martí nos enseña que quien resiste con perseverancia acaba trinfando

TRES HEROES - José Martí

Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados.




Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a sí mismos, y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto. Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de Venezuela, cuando parecía que Venezuela se cansaba.



miércoles, 1 de septiembre de 2010

Impresiones de un viaje a Marruecos

He pasado parte de mis vacaciones viajando por Marruecos, un país lleno de contrastes, de paisajes vírgenes, de gente cordial, de sabores fuertes. Si llegas al puerto nuevo de Tánger de noche y tienes que ir en taxi al centro de la ciudad te darás cuenta en seguida de que el país apenas está entrando en el desarrollo: ahorran electricidad. No hay más que un par de luces en toda la carretera, y el alumbrado público de la ciudad es austero. Luego verás que hay muchas bicicletas, muchas motos de escasa cilindrada, mucha tracción animal; que los automóviles no se renuevan con la frecuencia que en nuestro país, se aprovechan al máximo y, aunque la circulación es caótica, nunca se forman atascos. Un taxi puede estar ocupado por 12 pasajeros incluyendo los que caben en el capó trasero, y no sale hasta que está lleno. ¿Tendrán ventaja cuando se ponga de manifiesto el peak-oil?

Se nota que el país crece rápido. En la avenida marítima de Tánger, lugar que se mantiene impoluto porque, según nos dice alguien, “es que el rey pasa mucho por aquí”, hay aparcados por fuera de las discotecas BMW, Mercedes, deportivos descapotables; “es la mafia del haschis”, nos dice otra persona. Parece que los ecos de la burbuja inmobiliaria de España y su reciente pinchazo suenan por aquí: hay hoteles y edificios de apartamentos construidos por empresas españolas, unos acabados y otros no. Luego nos encontraremos en la medina de Marrakech locales destartalados con el rótulo escrito a mano de “Agencie Inmobiliarie”. ¿Qué clase de especulación habrán soportado los edificios de tierra de la medina?

Nos hemos encontrado en Tánger con dos historias de jóvenes que han sido desarraigados de su mundo pero que tampoco se les ha dejado prosperar en el nuestro. Rabel llegó a Barcelona con 9 años y fue recientemente expulsado de España con 25 años, dejando tras él un matrimonio y un hijo. Omar, un saharaui de El Aiun, llegó en patera a Canarias con 10 años y apenas cumplió la mayoría de edad fue expulsado (habla español con un perfecto acento canarión de Vecindario). Los dos malviven en Tánger de empleos precarios mientras esperan la oportunidad de cruzar el estrecho.

La mayor parte del viaje consistió en montañismo en el alto Atlas: ascensión al Toubkal y otros dos picos menores (Timezguida y Ras), senderismo por los valles y los pueblos bereberes. Pueblos con casas de tierra amasada con piedras y paja a los que la electricidad llegó hace pocos años, como oasis entre plantaciones de nogales y manzanos; bosques de sabinas enormes; campos de cultivo en terrazas donde nunca ha entrado un tractor ni seguramente nadie ha echado un grano de guano; caravanas de mulas para abastecer los refugios de montaña o para llevar el equipaje de los turistas (no fue el caso nuestro); gente que suple las carencias de su hospedaje con hospitalidad. Por la noche observas un cielo estrellado perfecto: apenas hay contaminación lumínica.

El taxista que nos llevó de Marrakech a Imilil, a la pregunta de cómo estaba la seguridad en la montaña, nos contestó que los bereberes eran gente recta y que mientras estuviéramos en su territorio nadie nos haría daño. Tampoco tuvimos problema alguno en el llano ni en las ciudades.

Es obligatorio que los establecimientos abiertos al público tengan una fotografía del rey Mohamed VI y de su padre Hassan II que en gloria esté, pero si te has ganado su confianza y le prometes que no se lo dirás a nadie, a la pregunta de si la gente está de acuerdo con el rey cualquier paisano te contestará seriamente que Nó (esas preguntas las hacía mi hijo con la ingenuidad de su adolescencia). Cada casa, aunque sea una cabaña en la montaña o un tugurio en la medina, tiene una antena parabólica. La gente está bien informada.

No tuvimos conocimiento de los incidentes en la frontera de Melilla más que cuando volvimos a España. No leímos un periódico ni vimos un telediario, ni nadie nos los mencionó.

El tiempo lo marca el mulaicín desde el minarete de la mezquita. Los horarios son indeterminados, más aún en la época de Ramadán con que coincidió nuestro viaje. Independientemente de su condición cada uno abre su negocio o hace sus tareas cuando le parece, y cierra cuando lo estima oportuno. Puedes encontrar los bares abiertos a las tantas de la madrugada lleno de hombres que beben té, fuman haschis y ven por televisión una película francesa con subtítulos en árabe, encontrarte todo cerrado a media mañana, o para cenar en un restaurante tener que esperar un par de horas a que primero los empleados hagan su ruptura de ayuno con los rezos correspondientes. Los marroquíes te dirán que tú puedes tener reloj, pero que ellos tienen tiempo.

Las fotografías del viaje pueden verlas en mi página de facebook

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