La agricultura siempre fue ecológica, es decir siempre fue una actividad sustentable. De otra forma, no hubiera perdurado 10.000 años desde el neolítico hasta prácticamente la actualidad. La agricultura química es un breve paréntesis en la historia de la Humanidad, tras el que la agricultura continuará siendo ecológica. La agricultura química fue el primer planteamiento científico de la agricultura, surgiendo posteriormente las diversas agriculturas alternativas como reacción frente a las consecuencias que su aplicación tecnológica acarrea.
La agricultura química surge a mediados del siglo XIX con los trabajos del químico alemán Justus von Liebig (1803-1873), quien demostró que la nutrición de las plantas dependía del CO2 de la atmósfera y de ciertos elementos químicos necesarios para la nutrición de las plantas presentes en el suelo y absorbidos a través de la raíz en forma mineral y soluble: nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio y hierro (más adelante serían añadidos el resto de oligoelementos: boro, manganeso, zinc, cobre y molibdeno). Hasta entonces era comúnmente aceptada la teoría del humus, establecida por Aristóteles, de que las plantas tomaban todos los nutrientes necesarios (incluido el carbono) directamente de la materia orgánica del suelo. Liebig propuso que el aumento de la productividad agrícola sería directamente proporcional a la cantidad de sustancias químicas incorporadas al suelo y estaría limitada por el elemento más escaso de acuerdo a las necesidades de las plantas (Ley del Mínimo), y que no dependía de la materia orgánica del suelo.
Liebig estaba profundamente preocupado porque ya en su época era notorio que la concentración de la población en zonas urbanas, debido a la creciente industrialización, provocaba una concentración de nutrientes en las ciudades, en forma de basuras y residuos contaminantes, y un empobrecimiento de los suelos en las zonas agrícolas; lo cual influyó en Marx (conocedor de la obra de Liebig), quien señaló que el capitalismo aplicado a la agricultura provocaba una fractura metabólica entre la ciudad y el campo, arruinando tanto la fuerza de trabajo como la fuerza natural del suelo.
La teoría de Liebig es rigurosamente cierta desde el punto de vista de la química inorgánica, pero adolece de una grave limitación: es la teoría de alguien que no creía en los microorganismos. Liebig se pasó gran parte de su vida polemizando con su contemporáneo Pasteur (1822-1895), el padre de la microbiología, acerca de si los procesos de fermentación del vino y de la cerveza, o de la descomposición de la materia orgánica, eran ocasionados únicamente por reacciones químicas, o si eran debidos a la acción de microorganismos vivos. Fue Pasteur quien demostró que la nitrificación es un proceso bacteriológico que permite que el nitrógeno sea reciclado permanentemente por microorganismos que a su vez se alimentan de materia orgánica. La microbiología del suelo es la base de la edafología: nada puede saber de la formación y de la mineralización del humus, de la materia orgánica como fundamento de la estructura del suelo, de la pauta de los nutrientes en el suelo, quien ignore que el suelo está vivo.
Si no podemos controlar los problemas cada vez peores que uno tras otro iremos teniendo por ignorar al suelo, el siguiente paso es prescindir de él completamente. Eso es el cultivo hidropónico, como trato más ampliamente en otro post "La insostenibilidad en la agricultura química - el cultivo hidropónico".
Por desgracia, la verdadera belleza de la agricultura, con sus principios intelectuales estimulantes, es mayoritariamente subestimada. El arte de la agricultura se perderá a causa de ignorantes, no científicos y miopes maestros que convencerán a los agricultores para que depositen todas sus esperanzas en remedios universales que no existen en la naturaleza. Siguiendo su consejo, cegado por resultados a corto plazo, los agricultores se olvidarán del suelo y perderán de vista su valor intrínseco y su influencia. De buen grado admito que el uso de fertilizantes químicos se basa en supuestos que no existen en el mundo real. Se suponía que los fertilizantes debían conducir a una revolución agrícola completa. El estiércol tenía que ser completamente abandonado, y los fertilizantes minerales se iban a utilizar para reemplazar los minerales absorbidos por los cultivos. Los fertilizantes agrícolas harían posibles los mismos cultivos (trébol, trigo, etc) en el mismo campo, continuada e indefectiblemente según los necesidades de los agricultores. He pecado contra la sabiduría del creador y, con justicia, he sido castigado. Deseaba mejorar su trabajo porque, en mi ceguera, creí que había sido olvidado un eslabón en la sorprendente cadena de leyes que gobiernan y renuevan constantemente la vida sobre la superficie de la Tierra, y que yo, pobre gusano desvalido, tenía que proporcionar ese eslabón perdido.
El gran problema es que no siempre la ciencia y la tecnología marchan al unísono. Unas veces está muy adelantada la ciencia pero no se ha desarrollado tecnología que la ponga en práctica, otras veces la tecnología camina por su cuenta aunque su base científica sea pobre. Es el caso de los fertilizantes químicos: aún basados en una teoría científica superada, la tecnología para su fabricación y empleo en gran escala se desarrolló con ocasión de las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX.
El empleo a gran escala de fertilizantes nitrogenados de síntesis no empezó más que después de 1918. Aunque la agronomía oficial admitía ampliamente la teoría de Liebig, la agricultura siguió siendo prácticamente orgánica hasta esa fecha, sin que hubiera gran demanda, salvo en cultivos "de lujo" como el plátano, por el abonado mineral. La única fuente natural de fertilizantes nitrogenados solubles era (y sigue siendo) el nitrato sódico extraído de minas a cielo abierto en el desierto de Atacama, en Chile. El punto esencial es que el nitrato sódico es un ingrediente imprescindible de la pólvora. En forma de ácido nítrico, es un ingrediente esencial para fabricar los compuestos organonitrogenados, base de la industria de explosivos: nitroglicerina, dinamita, trinitrotolueno, nitrocelulosa, etc. Alemania a comienzos del siglo XX dependía para su industria de explosivos del nitrato de Chile que había que traer de ultramar a través de océanos dominados por la potencia naval de Gran Bretaña, su gran adversario. La necesidad imperiosa de sintetizar nitratos para fabricar explosivos fue la que estimuló a los químicos de Alemania. En 1905, trabajando de forma independiente, los químicos Haber y Bosch descubrieron la forma de sintetizar amoniaco a partir de nitrógeno atmosférico y de hidrógeno, a alta presión y temperatura en presencia de un catalizador de hierro, lo que se conoce como la síntesis de Haber-Bosch; a partir de amoniaco ya es facilísimo sintetizar ácido nítrico. Alemania nunca hubiera podido provocar la I Guerra Mundial sin ese descubrimiento. Durante la guerra los paises beligerantes desarrollaron espectacularmente la industria de fabricación de nitratos. Acabada la guerra, para que no quedara capacidad ociosa, se destinó el excedente a fertilizantes para la agricultura. La demanda de la agricultura por fertilizantes químicos nunca hubiera impulsado por sí sola esta tecnología, pero una vez desarrollada la capacidad productiva y creada la oferta, había que mantener y aumentar la demanda.
Aún en su fase incipiente, la insostenibilidad de este modelo ya era evidente a mediados de los años 20 del siglo pasado. El siguiente desarrollo tecnológico de la agricultura química es el descubrimiento y difusión de los plaguicidas de síntesis, que también comenzó como una tecnología con finalidad bélica a la que posteriormente se le dio una aplicación agrícola. El tercer y último desarrollo del modelo químico es la industria de los OGM.
Las alternativas a la agricultura química surgen a lo largo del siglo XX; cronológicamente:
· El filósofo austriaco Rudolph Steiner (1861-1925) publica en 1924 su “Curso sobre Agricultura Biológico-Dinámica”, creando el sistema de la agricultura biodinámica bajo consideraciones no todavía científicas, sino de tipo metafísico.
· El agrónomo inglés Albert Howard (1873-1947) describe en 1931 el método Indore de compostaje, resultado de sus investigaciones en la India entre 1899 y 1931, con lo que funda el movimiento de la agricultura orgánica.
· El agricultor suízo Hans Müller (1891-1988) y el médico y microbiólogo alemán Hans-Peter Rusch (1906-1977), desarrollan en Suiza a partir de 1951 el método biológico-ecológico.
· El agrónomo francés Claude Aubert (1936) publica en 1970 “La Agricultura Biológica”, fuertemente influido por el patólogo vegetal Francis Chaboussou (1908-1985), quien definió en 1969 la teoría de la trofobiosis.
· El agrónomo japonés Masanobu Fukuoka (1913-2008) publica en 1975 “La revolución de una brizna de paja” tras un retiro de 30 años cultivando su finca; El biólogo australiano Bill Mollison (1928) define en 1974 el concepto de permacultura, y contribuye a difundir la obra de Fukuoka.
· El agrónomo chileno Miguel Altieri (1950) define en 1983 el concepto de Agroecología. Es la ciencia que promueve la práctica de la agricultura de forma sustentable y la estudia desde un enfoque holístico.
La agricultura biodinámica
Steiner fue el fundador de la Antroposofía, movimiento filosófico que se escindió de la Teosofía, que a su vez provenía de las revelaciones recibidas por Helena Blavatsky (1831-1891); la Teosofía pretende alcanzar el conocimiento de Dios a través del auto-desarrollo espiritual.
Steiner aplicó sus teorías filosóficas a las demandas concretas de algunos agricultores, que observaban que el rendimiento de sus cosechas disminuía y que las enfermedades de sus animales aumentaban, poniendo a punto un método de cultivo sostenible. Llegados a este punto, aclaro que el hecho de que un conocimiento no sea científico no significa necesariamente que sea falso. Hay fenómenos en el mundo que son verdaderos, pero que no pueden ser demostradas de forma científica: no son cuantificables ni medibles, no pueden ser reproducidos experimentalmente de forma que quien no se los crea los pueda comprobar objetivamente por sí mismo, no han sido formuladas leyes los que expliquen. De unos puede esperarse que alguna vez sean demostrados científicamente, si se llegara a poder medir, cuantificar y reproducir esas energías de las que esos fenómenos dependen; de otros nó, por su naturaleza subjetiva (sólo sirve si el que lo ejecuta lo realiza personalmente y cree en ello) o por no poderse reproducir (las condiciones zodiacales nunca vuelven a ser exactamente las mismas ni pueden aislarse del resto de influencias climáticas).
La doctrina de Steiner sostiene que sobre el suelo, las plantas y la atmósfera obran un conjunto de fuerzas inteligentes que están más allá del mundo de la materia, y que se manifiestan a través de los ritmos que la Luna y los planetas imponen a la vida sobre la Tierra.
Quien lea a Steiner tendrá la impresión de que no considera al sílice, al calcio, al nitrógeno o al fósforo como elementos químicos, sino como entidades angélicas mediante las que las fuerzas cósmicas influyen sobre los cultivos. Steiner tiene el acierto de considerar que una explotación agraria es como un organismo vivo en el que, en condiciones normales, todos sus órganos debieran estar en equilibrio entre sí: toda finca debe ser abonada con el estiércol de su propio ganado, y este ganado debe ser alimentado con el producto de los forrajes que produce la finca. Con ésto intuye unos de los principios de la agroecología, sólo que Steiner lo aplicaba a una explotación agraria individual, mientras que la moderna agroecología concibe la autosuficiencia como cooperación entre los agricultores y ganaderos de una localidad o de una comarca. Sólo cuando hay un desequilibrio debe el hombre corregirlo mediante ciertos preparados con efecto energético extraordinariamente diluidos (al modo homeopático) con los que se activa el compost con el que se fertiliza el suelo:
· Preparados a base de ciertas plantas medicinales (milenrama, manzanilla, ortiga, roble, diente de león y valeriana)
· Preparados a base de estiércol puesto a fermentar dentro de un cuerno de vaca enterrado varios meses en el suelo de la finca (se supone que las vacas absorben a través de sus cuernos ciertas energías cósmicas)
· Preparados a base de la ceniza resultante de incinerar semilla de malas hierbas o insectos plaga
Es importante que la dilución y agitación de los caldos sea hecha personalmente por el agricultor interesado (no serviría si se hiciera con batidora mecánica), en las fechas indicadas para cada cultivo o labor, según la posición de la Luna y los planetas en el calendario biodinámico. Dicho calendario está basado en el movimiento de la Luna alrededor de la Tierra, en su ciclo de 27 días pasando a través de las doce regiones astronómicas señaladas por la correspondiente constelación del Zodíaco. Según sea el signo zodiacal a través del que transite la Luna ese día, si de fuego, tierra, aire o agua, así corresponderá sembrar ese día plantas de flor, de raíz, de tallo o de hoja.
La agricultura orgánica
Albert Howard, agrónomo inglés destinado en la India, donde trabajó de 1899 a 1931 investigando en centros oficiales, primero en Pusa y luego en Indore, tuvo la oportunidad de experimentar libremente sin las cortapisas que hubiera tenido en Gran Bretaña. Howard llegó a sus conclusiones a través de dos vías de investigación distintas: por un lado, observó que la resistencia de las plantas a las plagas y enfermedades dependía principalmente de la fertilidad del suelo, y que los parásitos no eran más que un efecto secundario, “consecuencia del hundimiento de un sistema biológico complicado, debido a métodos de cultivo inadecuados, al agotamiento del suelo, o a la reunión de estos dos inconvenientes”; por otra parte, observó que mediante mejora vegetal apenas podía conseguir un incremento en el rendimiento del 10%, y ello a costa de empobrecer los frágiles suelos de la India, mientras que una conveniente provisión de humus en el suelo podía asegurar incrementos del 100% e incluso más; los agricultores locales jamás empleaban, en la época de Howard, fertilizantes químicos, pero devolvían a la tierra todos los residuos vegetales y animales, cuidadosamente acumulados, que podían. Parte importante del problema era que la investigación agronómica estaba separada en especialidades sin relación entre sí. En el instituto de investigación de Pusa la fertilización, la fitopatología, la entomología y la mejora vegetal dependían de departamentos diferentes, pero en Indore Howard pudo integrar todas estas líneas de investigación entre sí y con el estudio de las prácticas agrarias locales.
Howard desarrolló el método Indore de compostaje, en zanjas u hoyos, y concluyó que la verdadera fertilidad de los suelos estaba en la incorporación de materia orgánica y principalmente en mantener niveles elevados de humus en el suelo.
“El humus fresco y preparado quizás sea lo más importante que tiene el agricultor, y tiene que vigilarlo como si se tratara de dinero. También contiene una parte de los animales de la plantación que, aunque sólo puedan observarse con el microscopio, reclaman tantos cuidados y tanta vigilancia como los cerdos que se ven a simple vista.”
La obra fundamental de la agricultura orgánica es su libro “Testamento Agrícola”, publicado en 1940. Su principal discípula fue Eva Balfour (1899-1990), fundadora de la Soil Asociation y autora de “La Tierra Viva”, donde sostiene que la acción del abono procedente del compost no se debe a los nutrientes vegetales que contiene sino a su reacción biótica, que tiene el efecto de modificar drásticamente la microflora del suelo. Su principal divulgador y continuador en Estados Unidos fue el edafólogo William Albrecht (1888–1974).
El método biológico-ecológico
Hans Müller y Hans-Peter Rusch desarrollaron en Suiza durante los años 50 un método propio, basado en el compostaje en superficie y en el laboreo mínimo. Rusch desarrolló un método para analizar la actividad microbiológica del suelo basado en el test de la transaminasa.
La agricultura biológica se desarrolla en Francia a partir de los años 70, siendo su principal exponente Claude Aubert, investigador en el INRA durante muchos años y autor de numerosos y populares libros de divulgación. La agricultura biológica parte de un principio simple: las plantas y animales deber ser cultivados y tratados como seres vivos y no como máquinas de producir alimentos. El término Agricultura Biológica fue acuñado por Aubert como contraposición con lo que él denomina Agricultura Industrial.
La agricultura biológica destaca por la importancia que se le da al control biológico y al manejo integrado de plagas y enfermedades. El manejo integrado consiste en buscar para cada plaga o enfermedad sus puntos débiles donde poder atacarla, sea mediante medidas que favorezcan a los enemigos naturales de los insectos plagas, sea haciendo sueltas directamente de esos enemigos, sea mediante labores de cultivo o prácticas que favorezcan la biodiversidad, procurando usar más de un método de control pero de forma que la combinación de todos ellos contribuya al mismo fin.
Claude Aubert fue fuertemente influenciado por el trabajo del biólogo Francés Francis Chaboussou, responsable de la teoría de la Trofobiosis: la vulnerabilidad de las plantas a las plagas es un problema de equilibrio nutricional; los agrotóxicos y los abonos minerales solubles interfieren en la síntesis de proteínas y al hacer aumentar la concentración de aminoacidos en la savia favorecen la sensibilidad de la planta ante los ataques de insectos y hongos. De esta forma, los factores nutricionales también influyen en la incidencia de plagas y enfermedades y forman parte por tanto del manejo integrado. La resistencia de la planta a las enfermedades depende de su capacidad de producir fitoalexinas (toxinas específicas contra esas enfermedades), pero los agrotóxicos y los fertilizantes solubles en cambio interfieren en el metabolismo de las plantas y bloquean estos mecanismos de defensa. Por ejemplo, Chaboussou demostró que un viñedo tratado con un fingicida contra el mildiu luego era más propenso a los ataques de oidio, aunque fuera un hongo de una familia completamente distinta, que se trata con otro tipo de fungicidas, y que ataca cuando se dan condiciones climáticas completamente distintas.
Una aplicación reciente de la trofobiosis, prácticamente contemporánea, son los productos naturales obtenidos a partir de extractos vegetales, animales o de microorganismos, que son activadores de las funciones fisiológicas, bien porque su aplicación permite un mejor aprovechamiento de los nutrientes en situaciones de stress, bien porque inducen en la planta mecanismos de resistencia frente a plagas y enfermedades (elicitores).
Cualquiera puede poner a fermentar extractos vegetales con los microrganismos adecuados y hacer un caldo de nutrientes que tenga efecto bioestimulante. Hay muchísimos bioestimulantes, precísamente la gran potencialidad que tienen es que en cualquier país se pueden fabricar con los recursos locales sin deberle nada en concepto de patente a nadie; tanto como que su síntesis está al alcance de cualquier agricultor con recursos que obtenga de su propia finca, así para los productos tradicionales como las maceraciones o los purines de plantas como la hortiga, la cola de caballo, la capuchina, etc, así para innovaciones recientes como el té de compost.
Permacultura
De este escuela ya traté extensamente en otro lugar.
Los creadores del método, trabajando cada uno independientemente del otro aunque luego han cooperado, son el japonés Masanobu Fukuoka y el australiano Bill Mollison.
Fukuoka llama a su escuela, profundamente impregnada de pensamiento budista, "La Agricultura del No Hacer". Su método y cómo llegó a él se describe en su libro "La Revolución en una brizna de paja".
Mollison define su método como el que es intensivo en información, en contraposición con los métodos convencionales que o son intensivos en capital, o son intensivos en trabajo. Uno de sus lemas es que lo que sólo tiene una única utilidad es malo. Su libro “Introducción a la permacultura” es de los mejores tratados que hay sobre agricultura ecológica.
Los permacultores no tienen necesidad de tratar sus cultivos contra plagas ni enfermedades porque, aparte de que sólo cultivan lo que se da en la época y en el terreno, lo hacen asociando hasta 6 o 7 especies distintas en el mismo metro cuadrado de cantero, reproduciendo la misma biodiversidad que podría tener un ecosistema climásico; podan sus árboles frutales lo menos posible; no cavan, ni aporcan, ni aran la tierra, ni entierran abonos, ni hacen compost en montón, sino que extienden sobre la superficie restos vegetales y materias orgánicas diversas (preferentemente del propio culivo) para que se haga mantillo de la forma más parecida a como tendría lugar en un terreno no agrícola (compostaje en superficie); asocian árboles y arbustos con cultivos herbáceos para abonar el suelo con la hojarasca y ramaje obtenidos en la poda; Procuran dejar que parte de las plantas se espiguen para que el cultivo se ensemille solo y continúe saliendo de risa; si han de labrar el terreno, sueltan gallinas, patos o cochinos en los canteros para que escarben al comerse el rastrojo. Contra lo que pudiera pensarse, los rendimientos (sumando todos los cultivos asociados) no desmerecen de los que podrían obtenerse con métodos convencionales.
La agricultura comenzó en climas cálidos (Oriente medio, la India, el sudeste asiático, Centroamérica, la zona andina) y sus primeros aperos agrícolas no eran más que palos para hacer agujeros donde sembrar o trasplantar. Fue cuando se extendió hacia el norte a climas templados que se hizo necesario arar profundamente el terreno; al voltear el terreno se favorece la aireación y por ello la actividad microbiana, deprimida por el frío. La agricultura no se extendió a Europa más que después de haberse inventado el arado. Por eso la agricultura intensiva en trabajo o en capital es un invento europeo; por eso la permacultura es en cambio el método ideal para los trópicos.
Agroecología
La agroecología es la disciplina científica que se basa en la aplicación de los conceptos y principios de la ecología al diseño, desarrollo y gestión de sistemas agrícolas sostenibles. Es holística porque define, clasifica y estudia los sistemas agrícolas desde una perspectiva no sólo agronómica, sino también ecológica y socioeconómica. Según la define el propio Miguel Altieri, la agroecologia es:
“una disciplina o un modo de interpretar y proponer alternativas integrales y sustentables en la realidad agrícola, respetando las interacciones que se dan entre los diversos factores participantes de los agroecosistemas, incluyendo a los elementos relativos a las condiciones sociales de producción y distribución de alimentos. Su vocación es el análisis de todo tipo de procesos agrarios en un sentido amplio, donde los ciclos minerales, las transformaciones de la energía, los procesos biológicos y las relaciones socioeconómicas son investigadas y analizadas como un todo”( Miguel Altieri, 1983)
La agroecología se propone entre sus objetivos:
· Sustentabilidad (perdurabilidad): satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de satisfacer las de las generaciones futuras; conseguir que la actividad agraria pueda mantenerse indefinidamente en el tiempo.
· Soberanía alimentaria: cada comunidad tiene el derecho de producir lo necesario para su alimentación, sin que se le tengan que imponer monocultivos
· Conservación de la biodiversidad, tanto agraria como natural
· Conservación de los recursos: la agricultura química explota recursos no renovables, por lo que no es sustentable.
· Equidad: estabilidad social
· Desarrollo económico
Parte del enfoque agroecológico es establecer un diálogo de saberes entre el conocimiento tradicional de los agricultores y la ciencia moderna. Promueve la investigación participativa.
Antes de que hubiera ingenieros agrónomos los campesinos de todo el mundo durante miles de años perduraron cooperando con la naturaleza. Sólo se desviaron cuando la superpoblación los obligó a esquilmar el medio por encima de lo sostenible (sostenible es un anglicismo que viene de sustainable, que traducido literalmente debería decirse “perdurable”), o cuando pusieron en cultivo terrenos que no eran óptimos, o cuando instancias superiores les obligaron al monocultivo.