De nada sirve defender posiciones de izquierda (o de derecha) si la gente no sabe qué cosa es derecha ni izquierda, ni si dicen que no son ni de derechas ni de izquierda, que es políticamente lo mismo que no saber donde se tiene la mano derecha; no ya la gente común, sino incluso personas de las que se espera un poco de formación. Otros tienen formación, pero tergiversan los términos porque esperan pescar en el río revuelto de quienes no la tienen. Es la postura de algunos verdes (no de todos): subjetivamente son de derechas. En cambio los indignados de Democracia Real Ya dicen que no son de izquierdas ni de derechas (seguramente se refieren a que no son de ningún partido, ni izquierdista ni derechista), pero su programa es objetivamente de izquierdas.
En una cultura donde casi todos sean diestros, un zurdo es un personaje siniestro que te puede atacar a traición por el lado que no esperas. Se saluda con la mano derecha para demostrar que no vas armado. En las batallas de la antigüedad los combatientes mejor armados se situaban siempre a la derecha de la formación. De ahí viene que en toda celebración o acto público el lugar de honor esté tradicionalmente a la derecha del anfitrión o de quien lo presida. Cuando el rey celebraba consejo, o cuando el mencey convocaba al tagoror, los nobles y personas de valía se sentaban a su diestra, dejando la izquierda para la plebe, la chusma, el populacho. En el primer parlamento democrático que hubo, la Asamblea Nacional después de que el pueblo de París se amotinara el 14 de julio de 1789 y obligara al rey Luis XVI de Francia a reconocerla, los que seguían defendiendo los privilegios de la nobleza y del clero se sentaron naturalmente a la derecha del rey; los que defendían al tercer estado se sentaron en la izquierda. Desde entonces estar a la derecha o ser de derechas significa defender a los de arriba, a la clase que tiene privilegios y hace que trabajen para ella los otros, que cada vez es más reducida en número pero acumula cada vez más; estar a la izquierda o ser de izquierda es defender los de abajo, a la mayoría, a quien sólo tiene lo justo y ha de trabajar para quien tiene posibles. No se puede estar más que o a uno o a otro lado, ni vale quedarse en el centro, es decir en el pasillo.
Para juzgar dónde están los verdes que dicen que no son ni de derechas ni de izquierdas, sino que representan otra forma distinta de hacer frente a los problemas, hay que fijarse en su postura sobre el crecimiento económico. El verde que no se cuestione el crecimiento, y diga que basta un crecimiento “limpio” basado en energías renovables, puede ser un verde de derechas, pero no será verdaderamente ecologista. Ya Aristóteles distinguía entre crematística y economía; entre el arte de hacerse rico acumulando riqueza sin límite, y la obtención de los bienes necesarios para la vida o útiles para la familia o el estado, que constituyen lo que él llama “la verdadera riqueza”, limitada a lo suficiente para una buena vida. El capitalismo sufre graves contradicciones precisamente por su naturaleza crematística, por no poder crecer indefinidamente sin toparse con unos límites.
Los bienintencionados promotores de DRY pretenden ser únicamente personas humanas que no son ni de derechas ni de izquierdas, sino que sólo buscan el bien común:
Desde aquí hacemos un esfuerzo más, un esfuerzo por demostraros que no somos antisistemas radicales, ni de derechas, ni de izquierdas, ni ateos, ni cristianos, ni musulmanes, ni homosexuales, ni heterosexuales, ni negros, ni blancos... somos personas, y como tal queremos que se nos trate, como tal queremos que a ti también se te trate.
Pero digan lo que digan, su programa es de izquierdas. ¿Cómo no va a ser de izquierdas el reparto del trabajo fomentando las reducciones de jornada y la conciliación laboral hasta acabar con el desempleo estructural (es decir, hasta que el desempleo descienda por debajo del 5%); la jubilación a los 65 y ningún aumento de la edad de jubilación hasta acabar con el desempleo juvenl; la imposibilidad de despidos colectivos o por causas objetivas en las grandes empresas mientras haya beneficios ,y la fiscalización a las grandes empresas para asegurar que no cubren con trabajadores temporales empleos que podrían ser fijo; la expropiación por el Estado de las viviendas construidas en stock que no se han vendido para colocarlas en el mercado en régimen de alquiler protegidos; que se permita la dación en pago de las viviendas para cancelar las hipotecas; la contratación de personal sanitario hasta acabar con las listas de espera; la contratación de profesorado para garantizar la ratio de alumnos por aula, los grupos de desdoble y los grupos de apoyo; el restablecimiento de los trenes que se están sustituyendo por el AVE con los precios originarios; la prohibición de cualquier tipo de rescate o inyección de capital a entidades bancarias: aquellas entidades en dificultades deben quebrar o ser nacionalizadas para constituir una banca pública bajo control social; la elevación de los impuestos a la banca de manera directamente proporcional al gasto social ocasionado por la crisis generada por su mala gestión; la evolución a las arcas públicas por parte de los bancos de todo capital público aportado; la prohibición de inversión de bancos españoles en paraísos fiscales; la regulación de sanciones a los movimientos especulativos y a la mala praxis bancaria; el aumento del tipo impositivo a las grandes fortunas y entidades bancarias; la eliminación de las SICAV; la recuperación del Impuesto sobre el Patrimonio; el control real y efectivo del fraude fiscal y de la fuga de capitales a paraísos fiscales; la promoción a nivel internacional de la adopción de una tasa a las transacciones internacionales (tasa Tobin); los referéndas obligatorios para toda introducción de medidas dictadas desde la Unión Europe; o la reducción del gasto militar?.
Cierto es que a algunos dirigentes de lo que tradicionalmente se conoce como izquierda este movimiento les pilló con el paso cambiado, o se han cabreado porque no se dignaron avisarles (a ellos que tanto la esperaban) de que la revolución por fin había comenzado, o porque no les han dejado llevar sus queridas y viejas banderas, o porque algún votito que supuestamente era para ellos se quedó en nulo. Pero aunque este programa no es el socialismo ni la República ni mucho menos, es completamente inasumible para el PSOE, para el PP, para Coalición Canaria, para los mercados, para el FMI, para el Banco de España, para el Banco Central Europeo, para la CEOE, ni para nadie que se considere destinado, por su alcurnia o medios, a sentarse en los puestos de honor a la diestra del rey. Es por eso un buen programa para unificar en torno suyo a todas las izquierdas del Estado.
En cambio los portavoces de la reacción tienen clarísimo desde el primer momento que este movimiento “ni espontáneo ni plural, la izquierda más radical” debe ser erradicado:
Uno de los fenómenos más repetitivos y desgraciados de nuestra Historia es cuando la buena gente resulta engañada por grupos radicales, que les hacen creer que son demócratas y desean el bien del pueblo. Cuando estos radicales han triunfado, han llevado a España a la ruina o a la Guerra Civil. Mucho peor aún es el caso de personas que, sirviendo de tontos útiles y sin molestarse en comprobar el origen real de las cosas y mucho menos de comprobar in situ la realidad, describen en los medios estos movimientos con una aureola romántica e incluso heroica, más propia de plumas mercenarias que de personas sensatas.
A algunos que se pasaron por la Puerta del Sol les parece que “la ocupación de Sol empieza a parecerse a una pequeña república sí, pero de las de estilo soviético”.
Cierto energúmeno pide incluso mano dura para acabar con estos delincuentes
La situación puede resumirse en los últimos episodios: unos miles de descerebrados desafían la ley y el Gobierno se hace cómplice de ellos. ¿Y cómo podría ser de otro modo si el responsable del orden público es mucho más delincuente que los descerebrados, como colaborador y chivato de la ETA, portavoz del GAL y primer transgresor de la llamada jornada de reflexión? Repito lo de siempre: o la democracia acaba con estos delincuentes o estos delincuentes acaban con la democracia.
Ciertamente que el indignado que dijo que la cuestión no era estar a la derecha o a la izquierda, sino arriba o abajo, formuló probáblemente sin proponérselo la definición más clara de lo que es derecha e izquierda.