José Martí nos enseña que quien resiste con perseverancia acaba trinfando

TRES HEROES - José Martí

Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados.




Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a sí mismos, y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto. Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de Venezuela, cuando parecía que Venezuela se cansaba.



sábado, 27 de febrero de 2010

LECCIONES DE PARTICIPACION CIUDADANA DESDE LA ANTIGÜEDAD



Las antiguas repúblicas de Atenas y de Roma, pueblos sabios de cuya herencia espiritual todavía vivimos, practicaban la democracia directa. Vivían en una asamblea permanente. De ahí que el filósofo Jean Jacques Rousseau (1712 - 1778) las tomara como modelo.


“La soberanía no puede ser representada por la misma razón que es inalienable; consiste esencialmente en la voluntad general, y a la voluntad no se la representa: es una o es otra. Los diputados del pueblo no son ni pueden ser representantes; son únicamente sus comisarios, y no pueden resolver nada en definitiva. Toda ley que el pueblo en persona no ratifica es nula; vale decir, no es una ley.”

“La idea de los representantes es moderna, proviene del gobierno feudal, bajo cuyo sistema la especie humana se degradó y la palabra hombre resultó un deshonor. En las antiguas repúblicas jamás tuvo el pueblo representantes.”

“Expongo simplemente las razones por las que los pueblos modernos que se creen libres tienen representantes, y por qué los antiguos no los tenían. Sea lo que sea, tan pronto como un pueblo se da representantes deja de ser libre, y además de ser pueblo.”


Esto no es de ningún radical antisistema. Fue escrito hace 249 años y está en “El Contrato Social”, el libro que inspiró a las revoluciones americana y francesa.

En la antigua Atenas la ocupación más honrosa que podía tener un ciudadano era pasarse las mañanas en el ágora discutiendo los asuntos públicos. Cada pocos días había una asamblea general a la que asistían todos los ciudadanos, con prerrogativas ilimitadas. Tan mal vistos estaban los ciudadanos que se desentendían de la política que el término con que eran designados, idiotes, que literalmente vendría a significar en griego “privado” o “particular”, acabó teniendo el significado despectivo con que ha llegado a nosotros. Los romanos atribuían su propia decadencia a que bajo el despotismo creciente de los emperadores menguó la virtus, o capacidad de los ciudadanos para anteponer el interés público al suyo particular.

En esta época que vivimos se da justamente la situación contraria. Está mal visto hacer política. No se concibe que nadie se meta en política si no es por un interés particular. El propio término “político” está muy desprestigiado. Tan bajo ha caido la estima por la política que incluso hay colectivos vecinales que cuando se movilizan, porque ya no tienen más remedio, ante algún atropello infligido desde el poder, tienen a gala decir que únicamente son vecinos pero que no son políticos, y prohiben en sus movilizaciones que nadie lleve banderines ni pancartas de ningún partido político. Un griego antiguo que nos contemplara atribuiría las múltiples crisis que afectan a nuestra sociedad a que nos hemos vuelto idiotas; un romano diría que hemos perdido la virtud.

Que nadie piense que considero perfecto el sistema político de griegos y romanos. La ciudadanía estaba reservada a una parte de los hombres adultos, pero estaban excluidos los metecos (descendientes de extranjeros), los esclavos y las mujeres. Pero el nuestro tampoco es perfecto. Tenemos formalmente sufragio universal desde hace algunos años, pero hay mecanismos como el clientelismo (votar o afiliarse a un partido en agradecimiento a favores recibidos), el control de los medios de comunicación (como empresas privadas con ánimo de lucro que son acaban controlados por quienes poseen el capital) o las barreras electorales, que lo distorsionan.

La práctica de la participación ciudadana es la herramienta con la que podemos revertir la situación. Los partidos y movimientos sociales en su funcionamiento interno deben ser asamblearios, los ciudadanos frente a los asuntos públicos deben participar en asambleas para imponer el interés general; pero lo asambleario puede acabar degenerando en asamblearismo: en las asambleas a veces toman más protagonismo del que les corresponde algunos con tiempo libre de sobra y personalidad histriónica, o incluso paranoica, que llegan a reventar con su sóla presencia el movimiento. Otra vez vemos que los atenienses, pueblo sabio, tenían un mecanismo para prevenir esta situación.

Cuando algún ciudadano, fuera cual fuera su importancia, cargo o riqueza, adquiría demasiado protagonismo y se convertía en una amenaza para la democracia, podía ser nominado por otro ciudadano para que lo desterraran de Atenas por un plazo de 5 años. A este mecanismo se le llamaba ostracismo por las conchas de ostra empleadas en la votación, en las que cada uno escribía el nombre de a quien quería desterrar. Nominar a alguien no era gratis: si quien lo propuso perdía la votación, el condenado al ostracismo era él.

Quienes hemos participado en movimientos asamblearios durante los últimos años echamos de menos algún mecanismo democrático y con garantías que permita decirle a ciertas personas: “la asamblea decide que es mejor que no vengas por aquí en unos cuantos meses”.


1 comentario:

  1. Hola Juanjo.
    Estando muy de acuerdo con el fondo de tu artículo, la importancia de la participación ciudadana, creo que no es el caso de compararnos con las sociedades Griega o Romana, ya que como bien dices realmente la participación en el Agora estaba reservada a unos pocos privilegiados, los que contaban con esclavos y esclavas para hacer los trabajos diarios.
    Además, desde mi punto de vista, hoy en día ya existen miniágoras en muchos municipios, aquellas en las que participan cargos políticos, personal técnico de los municipios y representantes de asociaciones de la ciudad. En varios casos se articulan a través de consejos consultivos, bien sean de caracter sectorial, territorial o global. El asunto, o la pregunta, es la siguiente: ¿es eso realmente participación ciudadana?

    Estoy de acuerdo contigo en que tenemos una democracia imperfecta, muy mejorable. Sobre todo porque los políticos y políticas han llegado a un grado de desprestigio muy importante, aunque no parece importarles. Pero también hay que decir que la ciudadanía se ha acomodado al sistema porque, hasta ahora por lo menos, le ha ido más o menos bien y no le ha interesado los problemas que pudieran estar atravesando otros ciudadanos y ciudadanas.
    Yo también milito en movimientos sociales y te diré que lo que estoy percibiendo es que el concepto de militancia, de compromiso, ha desaparecido casi en su totalidad.
    En cualquier caso, y por no extenderme, decirte que siempre es un balón de oxígeno encontrar personas como tú que cuestiona el modelo y remueve conciencias

    Un saludo

    Juan Carlos
    Vitoria

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