No hay mejor demostración acerca
de la insostenibilidad del paradigma químico como ver un cultivo hidropónico
abandonado. Cultivar fuera del suelo es la forma de forzar al máximo la
productividad por unidad de superficie, aportando nutrientes sin las
limitaciones que impone el suelo, aunque a costa de grandes inversiones en
instalaciones que requieren una atención permanente por parte de personal
especializado. El agricultor puede llegar a producir el triple de cosecha que
en cultivo normal, pero acabar arruinado con bastante facilidad.
Como ya expliqué hace un año en
otro post LAS BASES CIENTIFICAS DE LA AGRICULTURA ECOLOGICA, la teoría de Liebig, sobre la que se basa la agricultura química, es
rigurosamente cierta desde el punto de vista de la química inorgánica, pero ignora
completamente todo lo relacionado con la microbiología porque es la teoría de
alguien que no creía en los microorganismos (Liebig se pasó muchos años
polemizando con su contemporáneo Pasteur sobre si los microorganismos existían).
La microbiología del suelo es la
base de la edafología: nada puede saber del suelo quien prescinda de que el
suelo está vivo. Cuando se ignoran las consecuencias que tiene la agricultura
química sobre el suelo, se entra en una espiral de problemas crecientes. Los
abonos químicos aún en pequeña cantidad interfieren negativamente sobre la
actividad de los microorganismos del suelo, responsables de la formación del
humus (fundamento de la estructura física del suelo y de su capacidad para
almacenar nutrientes) a partir de la materia orgánica, de la solubilización de
los nutrientes y de su absorción por las raíces de las plantas. La falta de
materia orgánica en el suelo favorece la proliferación excesiva de
microorganismos patógenos (hongos, bacterias y nemátodos) responsables de
enfermedades en las raíces. Los suelos pobres en materia orgánica tienen una
estructura física frágil y tienden fácilmente a encharcarse. En situaciones de
sequía, su capacidad de almacenamiento de agua se ve así mismo reducida.
Si en el suelo hay problemas,
cada vez peores, el paso siguiente es prescindir del suelo. Es perfectamente
posible cultivar plantas en soluciones nutritivas completamente minerales sin
absolutamente nada de suelo, como demostraron Sachs y Knop hacia 1860, lo que
pareció confirmar este paradigma químico.
Una solución nutritiva o un
sustrato estéril en el que la única materia orgánica son las raíces del cultivo
es un medio perfecto para los hongos patógenos de estas raíces, que podrían
proliferar de forma explosiva al no tener competidores naturales. La solución
nutritiva ha de contener permanentemente un fungicida (suele emplearse
Metalaxil) además de extremar las precauciones al desinfectar sustratos y
recipientes.
La temperatura de la solución
nutritiva debe de estar estrictamente controlada entre unos valores de entre 15
y 24ºC, debiendo calentarse o refrigerarse según sea necesario, sin que
tengamos al suelo como regulador de la temperatura. Una temperatura demasiado
fría provoca retraso en el desarrollo de las raíces y alteraciones en la
absorción de nutrientes. Una temperatura demasiado caliente provoca deficiencia
en el oxígeno disuelto que necesitan las raíces, lo que hace a las raíces susceptibles a pudrición, marchitez y ataques
de hongos.
A fin de garantizar ese mínimo
contenido en oxígeno disuelto, la solución nutritiva siempre tiene que estar
circulando.
La solubilidad de los nutrientes
depende estrechamente del pH de la solución, que debe estar siempre entre 5,5 y
6,5, sin que tengamos al suelo como tampón, o regulador del pH. Los nutrientes
tienen que estar perfectamente balanceados entre sí, o la planta tendrá
problemas fisiológicos por deficiencias, sin que el suelo pueda actuar como
reservorio de nutrientes.
La conductividad de la solución tiende a aumentar por
el consumo hídrico, y siempre se ha de mantener bajo cierto nivel o habrá
problemas por exceso de salinidad.
Es fácil que un agricultor
hidropónico pierda su cultivo en pocos días si se avería el sistema de
calefacción o de refrigeración del agua, o el inyector de fungicida, o el de inyección
de ácidos para regular el pH, o si fallan los termostatos o los sensores
correspondientes. Yo conozco varios casos.
Aunque el cultivo rindiera en
toneladas lo que tiene que rendir, es frecuente que los agricultores acaben
ahogados por los gastos debidos a sus costosas inversiones, con mayor motivo si
la superproducción de todos, o la lógica del monocultivo y de la globalización,
acaba hundiendo los precios. Finalmente, o por no ser capaz ese pequeño
agricultor de mantener adecuadamente su costosa instalación, o por estar
asfixiado financieramente por los gastos debidos a esa costosa instalación, sea
pequeño o grande, el resultado frecuente es la ruina y el abandono, como
comprueba tristemente quien recorra las zonas productoras.
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