La documentación del pleito fue estudiada
por el cura José Rodríguez Moure en el archivo de la casa Osuna, y figura completa
en el Anexo VI del tercer tomo de la magna obra de su amigo Juan Bethencourt
Alfonso, “Historia del Pueblo Guanche”. Fray Alonso de Espinosa, contemporáneo
de los hechos porque residió en Canarias entre 1582 y 1592, aunque parte
interesada porque él mismo era dominico, silencia completamente el tema en su
obra “Historia de Nuestra Señora de Candelaria”, centrada en lo milagroso de la
imagen en sí más que en la santidad del lugar donde apareció y se venera.
Llama la atención que, 92 años
después de finalizada la conquista, los descendientes de un pueblo vencido
(supuestamente minoritario o extinguido) sean capaces de movilizarse contra una
injusticia, llevar a juicio a las máximas autoridades de la isla, y ganar el
caso; no por un asunto baladí, sino por algo de la máxima importancia relacionado
con su propia identidad como pueblo. Como se repite varias veces a lo largo del
proceso,
“es uso y costumbre tan antigua de en
todos los años por el día de Nuestra Señora de Candelaria que se hace procesión
desde la casa de nuestra señora hasta la iglesia de san Blas (…) en sus andas y
llevada sobre sus hombros por los Naturales que descienden de los Naturales,
que eran antes que la isla se ganase, y en contorno y en redondo de la dicha
imagen suelen ir todos los Naturales porque es fiesta suya e la imagen les
pareció a ellos mucho tiempo antes que cristianos ganasen la dicha isla”
El 2 de febrero de 1587 se
presentaron en la procesión del día de la Candelaria los regidores del cabildo
de Tenerife Cristóbal Trujillo de la Coba y Gaspar Yanes, con vara de justicia
en las manos, e intentaron por la fuerza quitar a los guanches las andas sobre
las que se transportaba la imagen,
“y porque los dichos Naturales con
modestia e mansedumbre decían e requerían al dicho Trujillo de La Coba que no
les quitase de su posesión e que aquello les pertenecía por ser Naturales, el
dicho Trujillo y los demás les afrentaron delante de la dicha imagen
llamándoles de bellacos e majaderos e pícaros y en son de quererlos afrentar
les decían que eran unos guanches de baja suerte”
La gente se amotinó y la
procesión se tuvo que suspender. Pedro Hernández y 14 naturales más,
apellidados Hernández, Fernández, Rodríguez, González, Diaz, Vera, Sánchez y Martín,
presentan una demanda ante la real audiencia de las islas de Canaria, contra
los mencionados regidores. Admitida la querella, la real audiencia de Canaria
dicta sentencia el 7 de diciembre de 1587 a favor de los Naturales.
En 1601 se reproduce el conflicto.
Los frailes dominicos advierten a los guanches que el día 2 de febrero han de
dejar sacar la imagen a los regidores desde el altar hasta la puerta principal,
y que si no lo consentían, serían exclusivamente los propios frailes quienes la
llevarían y traerían durante toda la procesión.
“porque los dichos Naturales son meros
legos y no tienen que tratar en las cosas espirituales y que están dedicadas
por los religiosos y sacerdotes, como nosotros somos (…) y porque la dicha
santa imagen es reliquia y don del cielo que está dedicada a los religiosos y
sacerdotes y siendo esto así como es, como a tales se nos dio, y pues se nos ha
concedido lo mayor, se nos concede los menos, que es el sacarla a nuestra
disposición”
A lo largo de marzo de 1601 Juan Marrero,”guanche,
vecino de Candelaria” reúne poderes de representación de naturales de toda la
isla, apellidados Hernández, Pérez, Pestano, González, Rivero, Palanzuelos,
Sierra, Rodríguez, Martín, Delgado, Ibaute, Betancort, Guerra, Diaz, Mena,
Estévez y Asencio, para que los represente en el pleito, y nombra procurador a
Jerónimo Agnese, quien presenta querella contra los frailes dominicos en nombre
de los Naturales ante la real audiencia de Canaria, invocando como precedente
la sentencia de 14 años antes.
No debió de sentar bien en las
altas esferas este nuevo atrevimiento, porque como represalia se tocaba la alarma a cada momento para obligar a los
vecinos de Candelaria a acudir a la defensa del puerto de Santa Cruz, lo que es motivo de un escrito de queja del mencionado procurador:
“que los dichos mis partes siguen pleito
ante esta real audiencia contra la justicia e regimiento de la dicja isla,
sobre el despojarles de la posesión que tienen de llevar la imagen de la virgen
de Candelaria, por lo cual todos les tienen odio y enemistad y con pequeña
ocasión que buscan, o sobre entrar un navío en el puerto de Santa Cruz, tocan a
rebato y mandan que mis partes vengan del término de Candelaria donde viven al
dicho puerto, y el que hace falta le castigan, prenden y ponen y molestan sobre
ello”
Finalmente mediante escrito de 19
de septiembre de 1602 la orden dominica desiste del litigio con los naturales y
se manifiestan conformes con cederles el derecho de cargar las andas de la
imagen, como se ha continuado haciendo hasta el día de hoy.
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