Quien superponga sobre el mapa de
cultivos de la isla de La Gomera o de Tenerife el contorno de la zona afectada
por los recientes incendios forestales del pasado mes de septiembre, comprobará
que la mayoría de la superficie quemada corresponde al color azul de “Abandono
prolongado” o al marrón de “Erial”, y que sólo una mínima parte es zona de
bosque. Mal podemos hablar por tanto de incendios forestales: aunque sea la
laurisilva del monte del Cedro o del monte del Agua lo más mediático de ambos
incendios, el daño principal lo sufrió una extensa zona, salpicada de núcleos de población, que
estuvo en cultivo en su día pero que llevaba décadas abandonada; se trata de
incendios rurales.
Los núcleos habitados afectados
por el fuego, con miles de personas evacuadas y decenas de viviendas quemadas
(Valle Gran Rey, Taguluche, Arure, Chipude, El Cercado o Las Hayas en La Gomera;
Erjos, San José de Los Llanos o Ruigómez en Tenerife) estaban rodeados por
masas de maleza combustible, resultado de muchos años de abandono de la
actividad agraria: retamas, jaras, cañaverales, zarzas, hinojos, jaguarzos… Nunca
se quemó ningún pueblo cuyos campos de cultivo estuvieran arados, segados o
pastoreados por el ganado, nunca a ningún campesino se le ocurrió edificar su vivienda
en mitad de la maleza.
Bien está que se proteste porque
las autoridades locales restrinjan el aprovechamiento del monte público, bien
está que todo el mundo piense en la pinocha que se deja de recoger del pinar,
pero pocos se han preocupado del matorral que invade los terrenos privados.
Incendio de La Gomera, municipios de Valle Gran Rey, Vallehermoso y Alajeró. Escala 1:50.000
Cultivar cereales de secano y
criar ganado extensivo dejaron de ser actividad rentable desde que a partir de
los años 60 Europa nos inundó con sus excedentes. La aplicación de la PAC desde
1992 institucionaliza esta situación, porque las ayudas del REA a la
importación de productos agrícolas y ganaderos excedentarios en la Unión
Europea son en la práctica una anti-subvención para la agricultura y la ganadería
extensivas en Canarias. Es la lógica de la globalización, no tiene sentido
pretender ser autárquicos cuando tan ventajosamente compite el producto de
importación; otra cosa son las consecuencias imprevistas.
La pérdida de soberanía
alimentaria podría ser asumible si únicamente se tratara de una cuestión de
economía, pero los recientes incendios nos han mostrado que, además, tenemos un
problema de seguridad ciudadana.
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