La independencia no es un fin en
sí misma, sino un medio. Si a la gente se le reconoce el derecho a la
autodeterminación, es posible que lo ejerzan votando que por ahora la
independencia no les interesa. Es lo que ocurrió en Escocia con el referéndum del
pasado 18 de septiembre: Escocia es un país con una marcada identidad nacional,
que fue reino independiente hasta el
siglo XVIII, con un pasado glorioso, pero donde los intereses comunes que
comparte con Inglaterra y Gales pesaron más en el ánimo del electorado, que se
pronunció por el NO con una mayoría del 55,3%. Cosas de los británicos, gente
pragmática amiga del diálogo que acostumbra a gobernarse con el máximo consenso
posible.
Es posible que si en España se
hicieran las cosas civilizadamente, si el derecho a la autodeterminación
estuviera reconocido, si los catalanes pudieran decidir libremente lo que más
les interesa, en un referéndum para la independencia de Cataluña saliera también
como resultado un NO. En cambio si una casta en decadencia, heredera directa de
los de “España es una unidad de destino en lo universal”, actúa a la española,
es decir por sus santos ovarios y porque “estos son mis poderes”, es probable
que el conflicto se convierta en una lucha por la dignidad que acabe, tras un
proceso largo y traumático, con la independencia de Cataluña.
Cataluña padece también su propia
casta (no hace falta recordar ahora a la familia Pujol) que ahora emplea a la senyera
estelada para taparse sus vergüenzas, pero a la que el proceso se le ha ido de
las manos. Ya no pueden pactar un apaño como solían porque una amplia
movilización popular en favor de la independencia, hegemonizada por una izquierda consecuente, los ha
sobrepasado.
Dentro de los límites más
modestos de este archipiélago, un agravio tan gratuito, tan sangrante, con tanto tufo a colonia, como la
autorización de prospecciones a la multinacional REPSOL en aguas canarias, por
parte del mismo gobierno peperro que no autoriza prospecciones similares en
Baleares porque el Mediterráneo es un mar cerrado, ha tenido como respuesta la posible
convocatoria unilateral de otra consulta por parte del gobierno canario. En materia de soberanía energética el
señor Rivero y su gobierno actúan como verdaderos cipayos, siendo cómplices de
la introducción del gas natural y del boicot a las energías renovables, pero la
prepotencia de los de siempre les da ahora la oportunidad de sacar pecho. Es
responsabilidad de las fuerzas populares de Canarias que la respuesta a este
agravio desborde también a nuestra casta local y se convierta en una marea
ciudadana por un nuevo modelo energético, donde se ponga de manifiesto que la raíz del problema está en la falta de soberanía.
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