El viñedo permaneció más de tres
siglos como cultivo principal en Canarias, exportándose el vino de Canarias a
la América hispana, a Europa (principalmente a Inglaterra), y posteriormente a
las colonias inglesas del nuevo mundo.
Es muy probable que, como sostiene el escritor Carlos Cólogan Soriano (quien ha investigado las andanzas
de sus antepasados los Cólogan, comerciantes de vino de origen irlandés
establecidos en Canarias), el vino con que los padres fundadores de los Estados
Unidos de América brindaron cuando celebraron la Declaración de Independencia
fuera “un vino denominado Falso Madeira que bien pudo ser embarcado desde
Tenerife con escala posterior en Madeira”.
La Independencia de Los Estados
Unidos fue aprobada por el II Congreso Continental reunido en Filadelfia el día
2 de julio de 1776, pero no fue celebrada mediante una declaración solemne más
que dos días después, el 4 de julio. Según una leyenda que circula, aunque aún no
he podido documentarla, la causa de esa dilación fue que el barco que traía el
vino de Canarias con el que iban a brindar se había retrasado. Aunque hoy en día nos parezca un
detalle baladí, el hecho de brindar precisamente con un vino de Canarias,
aparte de demostrar que los padres fundadores también entendían de vino, tenía
en esa época hondo significado político.
En la época de la navegación a
vela este tráfico de mercancías era necesariamente circular, dada la
circulación dominante de los vientos y las corrientes del Atlántico Norte en el
sentido horario: era relativamente fácil navegar desde Europa con escala en
Canarias hacia la zona del Caribe y América Central empujado por los vientos
alisios, mientras que para el viaje de vuelta había que navegar con rumbo norte
siguiendo la costa de Norte América y alcanzada la suficiente latitud, tomar
los vientos del oeste; en cambio el viaje directo desde Canarias a Europa con
el viento en contra era bastante complicado, e implicaba dar un rodeo por las
Azores para poder tomar viento favorable. Este viaje por mar aceleraba
favorablemente el envejecimiento del vino malvasía, de forma que en el Canary Wharf de Londres (así se continúa
llamando hoy en día uno de los distritos a orillas del Támesis) cotizaba a
mejor precio el denominado “vino de retorno”, que había navegado hasta América
y había sido traído en el viaje de vuelta, que el transportado directamente
desde Canarias.
El comercio de vino canario entró
en crisis por razones de política internacional: Inglaterra prohibió a partir
de 1663 que sus colonias pudieran adquirir productos europeos más que si
procedían de puertos ingleses y las transportaban barcos ingleses, admitiendo
como excepción únicamente el vino de Azores y Madeira que cargaban en el viaje
de ida cuando hacían escala. Inglaterra era fiel aliado de Portugal, mientras
que con España, su rival en el dominio del mar, estaba frecuentemente en
guerra, por lo que el vino de Canarias quedó fuera de la excepción y tenía que
transportarse primero a Inglaterra. Como quiera que el comercio con el
continente africano quedó fuera de dicha restricción (había lucrativo tráfico
de esclavos entre Africa y las colonias inglesas), fue objetivo preferente de
la diplomacia española durante el siglo XVIII que el gobierno de Su Graciosa Majestad
reconociera la africanidad de Canarias, a fin de que sus vinos pudieran
exportarse directamente a las colonias inglesas como producto no europeo, pero
sin éxito.
Ni que decir tiene que los
comerciantes ingleses e irlandeses establecidos en Canarias encontraron la
forma de soslayar esta restricción: el vino canario era llevado a Madeira y
embarcado hacia las colonias inglesas de América como si fuera de Madeira. Más
de un 70% del vino que a efectos aduaneros figuraba como procedente de Madeira,
era en realidad de Canarias.
La libertad de comercio era una de
las grandes reivindicaciones de las pujantes colonias inglesas de América, y el
contrabando una forma de resistencia contra la metrópoli. La rebelión comenzó
en 1773 con el “Boston tea party”, cuando activistas por la independencia
disfrazados de indios arrojaron por la borda los cargamentos de té de los
barcos ingleses atracados en el puerto de Boston, en protesta por el monopolio
que sobre la importación de té y otros productos había sido concedido a la
Compañía Británica de las Indias Orientales.
Es por tanto previsible que, cuando mediante
la Declaración de Independencia de 4 de julio de 1776 fue formalizada esa
rebelión, no se brindara con cualquier vino, sino con el canary wine que había sido traído de contrabando contraviniendo los
decretos de Su Graciosa Majestad.
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