Está en la naturaleza humana el
deseo de ser recordado para la posteridad por las obras realizadas en vida.
Todo gobernante antiguo o moderno, desde un jefe de Estado al alcalde del más
humilde pueblillo, aspira a ejecutar durante su mandato una obra emblemática
que sea recordada como suya. En las sociedades en vías de desarrollo, que
todavía necesitaban crecimiento económico para salir del atraso, eso era una
virtud. José Miguel Galván Bello, presidente del cabildo de Tenerife entre los
años 1964 y 1971, y luego entre 1979 y 1983, será siempre recordado porque fue
quien impulsó en su primera época la autopista y el aeropuerto del Sur de
Tenerife, y el Hospital General Universitario. Adán Martín Menis, presidente
del cabildo de Tenerife entre 1987 y 1999, y luego vicepresidente y presidente
de la comunidad autónoma de Canarias, será recordado por ser el gran impulsor
del auditorio de Tenerife, obra controvertida de un arquitecto especialista en
obras emblemáticas, que no en vano
lleva su nombre.
Al desarrollo económico que se
convierte en un fin en sí mismo, al crecimiento por el crecimiento, se le llama desarrollismo.
Se pasa, de crecer para poder producir más para vivir mejor, a producir más, o
incluso a endeudarnos, para poder crecer aunque vivamos peor. Evidentemente el
desarrollismo tiene límites, pero todavía no se les han puesto lo suficiente de
manifiesto a los desarrollistas que elaboran el proyecto de un tren de alta
velocidad, de un AVE, en una isla de 2.000 km2 y 900.000 habitantes, de los que
la mitad se concentra en el área metropolitana y el resto está muy disperso,
con 80 kms entre las estaciones principio y final de trayecto, con costes
disparatados y financiación incierta. Es
así como el desarrollismo en su fase terminal degenera en faraonismo: práctica
política basada en la realización de una gran proeza ingenieril con la
tecnología más puntera disponible, que sea el asombro del mundo, que
proporcione inmensa popularidad al partido que la lleve a cabo para eternizarse
aún más en el poder insular, y gloria postrera al megalómano gobernante que
superó a sus ilustres predecesores, aunque sea económicamente inviable y
socialmente inútil. El término lo creó el compañero Francisco Déniz en 2006 (1)
y lo ha difundido el compañero Damian Marrero desde 2010 (2) y (3). El estudio del
faraonismo moderno está muy avanzado en Canarias porque las autoridades locales
de esta bendita tierra son particularmente proclives a padecerlo. Esta patología
se ha dado históricamente en toda época y lugar: también las pirámides que
construyeron los faraones en el antiguo Egipto,
o los moais que erigían los jefes tribales de la isla de Pascua, fueron
grandes proezas ingenieriles para los medios de la época, sin que los
arqueólogos hayan podido todavía averiguar cuál era su utilidad.
El Plan territorial de ordenaciónde infraestructuras del tren del Sur, del Cabildo insular de Tenerife, en
estado de aprobación inicial, prevé que la inversión ascienda a 2.447 millones
de euros (Dos mil cuatrocientos cuarenta y siete mil millones de euros). Dado que
las administraciones públicas tienen seriamente limitada su capacidad de
endeudamiento, se recurre a la argucia de constituir una sociedad mixta
público-privada para ejecutar la obra y explotar el tren. El capital de esa
sociedad mixta será de apenas 251,13 millones de euros, pero habrá de
endeudarse por importe de 1.449,28 millones de euros, recibiendo durante toda
la vida de la infraestructura (se calcula hasta el año 2038) una subvención
anual de 116 millones de euros constantes del año 2009, a fin de que la rentabilidad
de la inversión sea del 10% anual, pues los ingresos de explotación sólo
cubrirán una pequeña parte del coste.
Una empresa privada “que además
de capital aporte know-how y capacidad de gestión”, participará con apenas un
20% del capital de esa sociedad mixta, siendo público el 80% restante (apartado
4.4.3.de la Memoria de Ordenación “Hipótesis financiera”).
No se menciona en el Plan qué
administración será la que participe en esa sociedad mixta y aporte esa
subvención anual. Es dudoso que puedan participar el Estado o la administración
autonómica, que ya han tenido que ajustar severamente sus presupuestos, y demencial
que tenga que ser en exclusiva el Cabildo insular, que está muy lejos de tener superávit
y tambien se ha visto obligado a recortar.
Tanta inversión ruinosa
únicamente servirá, según el estudio de alternativas de la memoria, para captar
al 9,7% de los viajeros que se desplacen entre la zona metropolitana de
Tenerife y el Sur, cifrados para 2027 en 67.539 desplazamientos/día de un total
de 699.202, de los que el vehículo privado continuará sirviendo para el 70,6%,
y la guagua por el carril normal para el 19,8% restante. Se asume por tanto que
esa nueva infraestructura apenas servirá para que disminuya un 9,6% el tráfico
de vehículos privados, y que servirá para quitarle a la guagua por carril
normal el 9,8 % de su clientela, lo que indica una mentalidad volcada hacia el
transporte privado que no se plantea seriamente resolver el problema de la
congestión en las vías de comunicación.
El coste de la inversión es
notoriamente superior para las alternativas que prevén el tren frente a las que sólo prevén aumentar el
número de carriles, sea en plataforma exclusiva para guagua o tercer
carril para coches y guaguas, pero el
análisis queda falseado cuando, para evaluar monetariamente los costes externos,
se toman datos de un estudio realizado en 2008 por el Ministerio de Fomento
llamado “Cálculo de los costes externos de los diferentes modos de transporte
para su aplicación en la planificación de redes de transporte en España”, que estima
unos costes externos por contaminación atmosférica y cambio climático menores
para el tren, como si la electricidad con que funciona fuera producida en su
mayor parte mediante energía hidroeléctrica, nuclear o eólica, como ocurriría
en Europa. En Tenerife la mayor parte de la electricidad sería producida en más
de un 96% en las centrales térmicas de la multinacional ENDESA, y sólo una
mínima parte provendría de aerogeneradores. Si se cuentan las pérdidas en la
generación y en el transporte de la electricidad, la contribución del tren
(aunque sea eléctrico) al cambio climático y a la contaminación es mayor que la
de la guagua, sólo que las emisiones de CO2 y otros contaminantes
están concentradas en el emplazamiento de las centrales térmicas.
No critico a ninguna persona en concreto, porque el faraonismo no tiene responsable único: los tres partidos presentes en el cabildo insular de Tenerife, CC, PP y PSOE, apoyan el proyecto sin fisuras, y compiten entre sí por atribuirse méritos como conseguidores de financiación para ejecutarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario